La
Facultad de Ciencias de la Salud de nuestra Universidad realizó el webinar “Pensando la salud desde un derecho no binarix”, organizado por el
Protocolo de Actuación contra las violencias sexistas en UNER y la Dirección de las Mujeres, Género y Diversidad de la Municipalidad de Concepción del Uruguay. La disertante fue
Lara María Bertolini, travesti, activista, teórica travesti y trabajadora del Ministerio Público Fiscal de la Nación.
La actividad fue moderada por la magíster
Gabriela Bastida, activista, investigadora y docente de la Facultad. En la apertura, la investigadora manifestó: “Es tiempo de dar lugar a las voces en primera persona, a dejar hablar por los demás, a valorar las experiencias vitales como un conocimiento que no se mide por títulos académicos. Es invalorable el conocimiento de los testimonios y eso no lo aprendí de los libros. Es hora de comprender que la inclusión no existe, que es simbólico, que lo que realmente necesitamos es recapacitar como humanidad y comprender que el término ‘inclusión’ siempre determinará una exclusión previa. Empecemos por respetar, evitemos discursos, prácticas y actitudes expulsivas y no será necesario pensar en inclusión. No será necesario usar en nuestro discurso un término progre y vacío de prácticas a conciencia. Dejemos de pensar en las inequidades sólo como objeto de estudio”.
Paradigmas y EstadoBertolini remarcó en cómo el paradigma de lo binario por parte del Estado expulsa a las identidades travestis, transgénero y no binario, incluso existiendo normativas como la Ley de Identidad de Género, no permitiendo el acceso a derechos fundamentales. “El concepto de salud atraviesa múltiples realidades sociales y múltiples derechos que quizás el colectivo travesti, transgénero y no binarie no posee o está desarticulado por las operatorias que tienen los grupos hegemónicos identitarios de sexo masculino y femenino, que hacen subsumir todas la realidades de salud a solamente esas dos categorías, no pudiendo ser posible entender que hay otras realidades sociales que emergen de las luchas, del reclamo identitario, del reclamo de derechos”.
También realizó una crítica hacia el movimiento de los feminismos, en donde muchas veces la defensa de los derechos para el colectivo trans y travesti queda sólo en aspectos discursivos. En ese sentido afirmó: “El feminismo que es sustentado desde la mujer, por una cuestión propia y visible de que hay una mayoría, esa mayoría muchas veces se olvida de incluirnos en los debates respecto de las problemáticas estructurales de los grupos que están desapoderados y oprimidos por el machismo y el patriarcado. Vemos cómo de a poco se nos está desvaneciendo de esas luchas, cómo no se toma en un plano horizontal la equidad de los reclamos desde el movimiento feminista. Se cree que decantando esos derechos adquiridos por la mayoría de hegemonía de poder del feminismo, suponen que son suficientes para las identidades trans y no binarie”.
“Todos aquellos conceptos de salud que pueden beneficiar la vida de un ser humano, ya sean el trabajo, acceso a la educación, a la justicia, a la salud, bienestar humano, a los derechos fundamentales como vivienda y todos aquellos derechos a los que podemos pertenecer y ser identificadas y reconocidas como una parte que se incorpora en la ciudadanía por la ampliación de derechos, se ve invisibilizada por la misma cuestión que sucede siempre. Hay un poder administrativo dentro del Estado que, aún con leyes nacionales y tratados internacionales donde se establecen la equidad y el respeto al género de las personas, no es posible de ejecutar. Se crean cupos laborales, leyes integrales para poder hacer esta inserción social de los grupos de género no reconocidos, pero se hace a media máquina. Todos los accesos establecidos para las identidades de género y no binarias son formalismos extrajurídicos y extralegales que se supeditan a lo
binario y en esa decantación es que nos llegan los derechos, y a veces ni siquiera nos llegan”, expresó.
Violencia social y estigmatizaciónPor otro lado, la activista remarcó que en Latinoamérica es donde más se han etiquetado a las identidades transgénero como delincuentes. “De ahí parte toda nuestra marginalidad y la imposibilidad de acceder al derecho mínimo del reconocimiento indentitario, dado que somos categorizadas culturalmente fuera de cualquier ámbito de reconocimiento. Si no tenemos un reconocimiento identitario dentro de las problemáticas sociales, no se nos posibilita acceder a todos los reclamos estructurales. Son tantas las décadas de abandono y estigmatización y no reconocimiento como personas, que la multiplicidad de violencias y de situaciones de vulneración y marginalidad han mellado toda posibilidad de acceso a la salud, vivienda y alimentación”.
La marginalización y estigmatizaciones sostenidas por distintos ámbitos, como por ejemplo los medios de comunicación, presentan un escenario de constantes violencias hacia las personas travestis y transgénero, generando dicho desapoderamiento de los derechos mínimos. “Al momento que tenemos que circular en la calle, vemos cómo la violencia estructural aumenta, pero no por parte de la población sino por parte de las fuerzas de seguridad. Vemos constantemente las denuncias que hubo dentro de este proceso de Covid-19, donde quienes deben proteger a la ciudadanía haciendo tareas de prevención, cuidado, circulación y entrega de mercaderías y alimentos, constantemente han hecho uso y abuso de su poder violando los derechos de las personas trans, con abuso sexual, golpizas en las calles. La falta de este tipo de respeto hace que nuestra salud mental se vea totalmente quebrada por la violencia estructural dentro de los aparatos de control del Estado”, comentó Bertolini.
“El sistema judicial no entiende que hay una ley de Identidad de Género por el mero hecho de considerar todo rango constitucional de esas normas fuera del sistema administrativo del poder judicial, fuera del debido proceso y de toda posibilidad de entendimiento. Aquello que declara la Constitución Nacional respecto a la dignidad y debido proceso cae en un vacío jurídico porque no tiene el entendimiento de las realidades sociales que emergen. Esto hace que haya una inequidad jurídica, que presupone en una primera instancia a una insalubridad por parte del sistema jurídico que violenta fuertemente la salud emocional y psíquica de una identidad trans”.
Bertolini también se refirió al rol de trabajadores y trabajadoras sociales que cumplen funciones en territorio pero que muchas veces, por cuestiones de falta de formación, no poseen las herramientas para abordar las problemáticas de estas identidades. “Ante la falta de valor social y de metodología de estudio y de acercamiento hacia estas identidades, vemos cómo muches trabajadores sociales que articulan las problemáticas, no tienen las herramientas suficientes para acercarse en este campo territorial y empezar a trabajar. Hay un esfuerzo magnánimo por parte de estos trabajadores sociales, donde empiezan a romper con ese paradigma de sólo lo binario, y se empiezan a encontrar en el campo de la salud con las limitaciones que tiene la biología misma. ¿Cómo abordar una persona trans si su documento dista con su imagen? ¿Cómo interpretar las problemáticas de salud que arrastra una persona trans al estar varias décadas fuera del sistema de salud y que viene con todas las posibilidades de enfermedades e infecciones posibles? Vemos desnutriciones, adicciones, enfermedades crónicas y se les suma el componente de la imposibilidad de expresar su identidad, de nombrarse. Es tal la represión que ha surgido por la violencia social, que temen decir el nombre con el que se reconocen porque saben que puede haber una estigmatización o burla”.
Ley de Identidad de Género: logros y deudasLa teórica travesti contó también que, previo a la Ley de Identidad de Género, todo lo relacionado con la medicalización era llevado adelante por las mismas mujeres trans. “La medicalización la hacíamos nosotras mismas, para llegar a esa imagen que estaba supeditada a la comercialización por la hipersexualización de nuestros cuerpos. Además de ser por un deseo propio, tenían que ver con ganar la calle para vender el cuerpo. Nuestra única posibilidad de subsistencia era la prostitución y necesitábamos llamar la atención. Eso llevaba a tener compañeras que no sólo se inyectaban silicona industrial sino que le sumábamos inyecciones hormonales. Esas siliconas eran productos químicos que llevan a infecciones, necrosis de la piel, cánceres e infecciones en la sangre”.
La ley de Identidad de Género trajo la posibilidad de que esa medicalización y hormonización sea de forma segura para no caer en prácticas clandestinas que llevaban a peligrar la salud. Sin embargo, es aquí donde también la perspectiva de lo binario vuelve a emerger. “Vemos como también el Estado, desde la construcción binaria, hace que las cuerpas y cuerpes trans queden supeditadas al tratamiento hormonal, a la medicalización para la construcción de la identidad. Entonces… ¿Hasta dónde la construcción de la identidad es propia y hasta dónde influye el acompañamiento del Estado mediante la medicalización?. Esto hace que desde el Estado, la identidad quede sujeta exclusivamente con la hormonación. Pareciera ahora que las identidades trans son sólo mujeres trans o varones trans. Toda aquella posibilidad de construcción identitaria fuera de esa norma trans-hegemónica, hace que haya una opresión cultural trans-binaria obligando a sí o sí a ir por el camino de la medicalización”, finalizó.