“Como las milanesas de mamá no hay” o “El mejor de todos es el guiso de la abuela” suelen ser lugares comunes que hablan de la relación social y cultural que se genera alrededor de la comida en la mesa familiar. Es por esto que un grupo de estudiantes de la Facultad de Bromatología quiso revalorizar, recuperar y documentar los saberes culinarios de los adultos mayores.
“Nosotros consideramos que el adulto mayor tiene un saber en lo referido a los saberes culinarios que se va perdiendo poco a poco en las siguientes generaciones, y nos parece fundamental tenerlos presentes, recuperarlos y difundirlos: ese es el fin de esta acción de extensión”, cuenta
Amalia Elena Cáceres, su directora.
El grupo que lleva adelante esta experiencia, conformado por estudiantes de la Lic. en Nutrición, Bromatología y Tecnicatura en Gestión Gastronómica, entiende que se debe estimular la creación de espacios y actividades que posicionan al adulto mayor como protagonista. Es el reconocimiento a una generación que ha desarrollado una construcción en aprendizajes culinarios puestos a prueba en la cotidianeidad, transmitidos de generaciones en generación, y realizando adaptaciones de las recetas según el contexto, compuesto por factores económicos, sociales y culturales, enmarcados en la comensalidad. En definitiva, saberes que se van perdiendo como consecuencia de una falta de reconocimiento por parte de las nuevas generaciones que prioriza la facilidad y practicidad al momento de la selección y preparación de los alimentos.
“Los cinco integrantes nos caracterizamos por tener hermosos recuerdos con nuestros abuelos cocinando y compartiendo la mesa con la pasta de los domingos”, rememora Amalia.
“Muchos hemos aprendido a cocinar junto con ellos y a disfrutar de ese sabor único imposible de igualar. Tres de nosotros no somos de Gualeguaychú, vivimos solos, y en el día a día no tenemos mucho tiempo para cocinar pero sí surge cuando nos juntamos entre amigos o compañeros de facultad. Siempre la idea es compartir un momento, hablar, distraerse, y todo eso es producto de la comensalidad”.
Receta para una vida plena“De la vida al plato” tiene su base en un interés personal por trabajar con adultos mayores. “Desde hace algunos años que tengo ganas y estaba pensando en hacer alguna actividad con ellos y cuando este año surge la convocatoria decidí llevarlo a cabo. Para eso me comuniqué con la Dirección del Área del Adulto Mayor de la Secretaría de Desarrollo Social y Salud de la Municipalidad de Gualeguaychú, y a partir de esa reunión comenzamos a hablar sobre lo que podíamos hacer desde la Facultad”, cuenta la directora de la Acción de Extensión.
Para conocer las prácticas culinarias, los integrantes de esta acción de extensión tuvieron una serie de entrevistas con las abuelas y abuelos. La intención fue conocer aquellas recetas con la cual ellos se identifican y cuál es el componente emocional, psicológico y cultural que le otorgan a las preparaciones, con el fin de elaborar un recetario digital y luego premiar a los participantes.
En esos encuentros se supo que una gran mayoría vivió muchos años en zonas rurales, teniendo la posibilidad de trabajar la tierra y criar animales para consumo.
“Nos contaban que en el campo todo se comía, no había tanto desperdicio de comida. Añoran tener una gran huerta y criar algún animal, y si bien hoy algunos continúan teniendo una huerta pequeña o siembran en macetas sus hijos prefieren que no hagan esfuerzos trabajando la tierra a su edad”, relata Amalia.
En lo referido a las recetas, los adultos mayores concuerdan en que las han aprendido de sus abuelas o sus madres. De manera directa en ocasiones, de manera indirecta en otras:
“algunas aprendieron mirando porque no las dejaban acercarse a la cocina; los comestibles eran muy preciados y si la receta fallaba había que desechar la preparación”, relata Amalia.
“Recién cuando se casaban y se iban de la casa paterna comenzaban a cocinar sus propios platos. También es notable el fenómeno de cómo las hermanas menores eran las que adquirían mayor experiencia en la cocina porque se iban quedando en la casa familiar a medida que sus hermanas se casaban y se iban. Hablando de sus propios hijos, ellas les enseñaron a cocinar pero en general la frase que más apareció es ‘Yo le enseñé, pero mis hijos apenas si se defienden en la cocina”.
Extensión y formaciónConvencidos de que la extensión universitaria es una experiencia transformadora, Amalia habla por ella y por sus compañeros considerando que
“la extensión es fundamental en la formación de cualquier estudiante porque te permite entender la realidad de otra manera”. Arriesga, además, que el equipo de trabajo tiene que ser diverso
“porque es así cómo podemos construir, con el pensamiento del otro”.En el trabajo quedó reflejado cómo estas recetas tienen un componente sentimental muy importante de los adultos mayores abordados y que forman parte de su vida.
“En mi caso, que estudio Nutrición, es muy importante porque a veces olvidamos todo lo que hay detrás de una receta; con quién la comparto, para quién se la preparo, la historia de cómo la aprendí, por qué elijo estos ingredientes y no otros, el significado que tiene todo esto”, cuenta Amalia.
“Y eso es lo que debemos seguir manteniendo, buscando el equilibrio entre nutrición y alimentación, lo biológico y lo emocional”, finaliza.