En esta escuela rural los protagonistas de la ciencia fueron los chicos

A 45 km al noroeste de la ciudad de Gualeguaychú y a 8 km de Urdinarrain se encuentra localizado Pastor Britos. Al igual que muchos pueblos del interior, este paraje vio la luz al calor de una estación de tren, hoy olvidada. Allí funciona la escuela Nº 40 “Chacabuco”, que a fines de 2019 recibió la visita de Maira Martínez, Rocío Belén Vargas, Micaela Núñez, Julieta Larrivey, Maximiliano Alfonso y Florencia Díaz, estudiantes de distintas carreras de la Facultad de Bromatología.

“Elegimos esta escuela por varias razones”, relata Maira, directora de la acción de extensión “Protagonistas de la Ciencia”, realizada en el marco de la Convocatoria 2019. Pero la razón principal fue la lejanía: “Si ellos no pueden venir a la Universidad, la Universidad va a ir hasta allá”.



El tema elegido fue la alimentación. Al ser ésta una escuela rural, esos niños y niñas ven muy de cerca la temática. Tienen una huerta agroecológica y están constantemente en contacto con la naturaleza.
La bibliografía utilizada fue un libro de divulgación científica titulado “El cocinero científico”, de Editorial Siglo XXI. “Ya conocíamos algunos títulos, y desde el primer momento supimos que queríamos usarlos en alguna acción de extensión, previa adaptación de los contenidos. Son libros muy didácticos sin perder los conceptos científicos”, puntualiza Maira. “Siempre enfatizamos que los autores también fueron niños que se preguntaron cosas. La idea fue alentarlos a alimentar su curiosidad y que el aprendizaje no se limite solamente al aula”.

Atravesados por la ciencia

Todos sentados en el pasto, charlaron sobre el libro haciendo una ronda de preguntas. “Queríamos que exista un intercambio y que no sólo seamos nosotros hablando y ellos escuchando. Fue muy lindo verlos jugar y volverse verdaderos protagonistas de la ciencia”, cuenta la joven directora de la acción de extensión, quien recuerda alguno de los experimentos que realizaron junto a los chicos.





“Ellos aprendieron pero también nos enseñaron. En todo momento se notó su curiosidad y predisposición. Y no sólo los estudiantes, sino también de sus padres y de su maestra -que es personal único- por el sólo hecho de haberlos tenido en cuenta. Al tener pocos alumnos, es como una gran familia y crea un sentido de pertenencia en todos”.



“Con este proyecto quisimos que los estudiantes se den cuenta que la ciencia los atraviesa, que no es algo raro, que siendo niños hacen ciencia en la cocina, en la huerta. Hay que seguir alimentando esa curiosidad, respondiendo esas preguntas –que nunca son tontas- y que de esta manera puedan ir proyectándose a futuro, a seguir estudiando y no perder esas ganas de seguir aprendiendo. Que la escuela y el aprendizaje no generen esa sensación de rutina, sino todo lo contrario. Espero que desde nuestra parte lo hayamos logrado y que podamos seguir haciéndolo”, finaliza Maira.