- 06.03.2020

Mujeres que hacen Universidad

En un nuevo Día Internacional de la Mujer, distintas integrantes de la Universidad Nacional de Entre Ríos comparten sus experiencias y opiniones.
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Mujeres que hacen Universidad
Mujeres que hacen Universidad
Durante muchos años, el acceso de las mujeres a la universidad supo ser un privilegio. Como en otros ámbitos de la vida social, implicó una lucha que derivó en un gran hecho político: poder elegir proyectos de vida diferentes a los impuestos culturalmente. A la fecha existen cuestiones por problematizar, como la permanencia y egreso, la maternidad, o los estereotipos en torno a las carreras y profesiones. Sobre ello, invitamos a reflexionar a quienes ocupan diferentes roles en nuestra Universidad.

Mujer, gestión y deporte

Sandra Arito ingresó a la Facultad de Trabajo Social en 1990. Es graduada, docente, investigadora, y actualmente también decana de dicha unidad académica. “Sin duda el paso por la universidad para cualquier persona implica una transformación en la vida personal, profesional, y diría también familiar y social. El acceso de la mujer a la universidad también implicó la posibilidad de empezar a generar condiciones de igualdad. Eso es altamente valioso, posibilitador, reparatorio, y creo que en un punto, revolucionario y transformador”, sostiene.
Arito recuerda que durante su primera gestión como decana, a sus 40 años, prejuicios y estereotipos de género rondaban el trabajo diario. Eso representó un desafío para su carrera: “En algunas reuniones con mayoría de colegas o profesores varones, ni siquiera registraban mi presencia con la mirada. Hoy eso ya no ocurre, pero en su momento me costó habilitarme la posibilidad de la palabra, para empezar a ser considerada como una otra. No quiero generalizar ni culpabilizar; tiene que ver con esa cultura donde el hombre puede estar en algunos ámbitos, y la mujer no necesariamente. Si además sos madre joven y estás en un cargo que en general fue ocupado por varones, se siente ese primer impacto”, reconoce.
En conmemoración de la fecha, la decana eligió compartir una foto junto a su madre, quien falleció hace tres años. “Por esas casualidades o causalidades de la vida eligió irse un 8 de marzo. La extraño mucho y fue una referente central en mi vida”, afirma.



Antonella Reding es estudiante de la Facultad de Ciencias de la Salud, y paralelamente lleva una fructífera carrera como jugadora de rugby, a nivel provincial y nacional. Acerca del rol femenino en ese ámbito, celebra el hecho de que “hay más participación, está aceptado socialmente, no hay más tabúes respecto a la pérdida de la femineidad, sobre todo en deportes históricamente considerados para hombres como el boxeo, el rugby o el fútbol”. Reding destaca un cambio valioso: “Me parece que hoy la mujer tiene las mismas condiciones para hacer el deporte que quiera y que le guste. Hay un cambio social, de la mano de la autoaceptación”, afirma.

Desde la misma unidad académica, Daiana Fernández también distribuye su tiempo entre las responsabilidades como estudiante y deportista. Hace más de tres años forma parte del equipo de fútbol femenino de nuestra Universidad. “Me parece importante destacar el compromiso que tomó la UNER al brindarnos las herramientas para poder realizar deporte sin descuidar el estudio. Agradezco que nos hayan escuchado; los cambios se reflejan en las canchas oficiales y los elementos de calidad para realizar nuestras prácticas, profesores a nuestra disposición y disponibilidad horaria para continuar con el estudio”, reflexiona. Sobre la fecha, sostiene: “Pienso que la mujer en nuestra universidad cumple un rol importante. Ha habido muchos cambios, se abren puertas para que esto continúe y se pueda llegar a una igualdad de género”.

Estudio, maternidad y trabajo

Elena Villemur, es personal administrativo y de servicios (PAyS) desde hace 30 años en la Facultad de Bromatología. Indica que “la UNER es una universidad abierta que facilita y favorece la participación de las mujeres, en un plano de igualdad tanto para las estudiantes al momento de la salida laboral, como para las docentes en su trabajo diario. Pero no así en los cargos de gestión”.
En su trabajo diario, Elena se siente valorada y escuchada, “siento que puedo hacer propuestas y sumarme a proyectos”, sostiene que las decisiones de sus compañeras PAyS “aún quedan solapadas por las voces de los varones que forman parte de las autoridades”.



En 2003, Celeste Stirnemann ingresó a la UNER como estudiante. Con el correr de los años siguió vinculada a la institución como graduada y docente. En la actualidad se desempeña en la facultad de Ciencias de la Alimentación. Desde 2017 también es madre, y según comenta, al principio no fue fácil combinar sus roles. “No me correspondía la licencia de seis meses y me afectó bastante el día que me lo dijeron, recuerdo que lloré. Pero por suerte la universidad me dio flexibilidad horaria y eso me permitió seguir con la lactancia. Me había informado y leído un montón, y dar la teta era algo que me había propuesto desde el día cero. Venía a trabajar unas horas a la facultad y otras horas podía hacerlo desde mi casa. Hasta hoy sigo amamantando y puedo decir que soy una de las pocas afortunadas que pudo seguir exitosamente con la lactancia”, relata.
Aunque valora su experiencia como positiva, Stirnemann subraya que hay cuestiones por mejorar en el acompañamiento a las madres que amamantan y trabajan. “Creo que la licencia debería ser para todas, de seis meses como mínimo, y que debería haber espacios amigables para la lactancia”, sostiene, al tiempo que afirma que aún existe cierta incompatibilidad entre la maternidad y el desarrollo profesional. “En mi caso elegí que la crianza fuese lo más importante por sobre todo, sin recurrir a una guardería o a otra persona. Hasta el día de hoy es complicado, hay muchas cosas a las que tengo que decir que no”, indica. Su hija la acompañó a muchas reuniones: “No sé si estaba mal o bien visto, nunca me enteré, pero no tenía otra opción”, finaliza.

Estefanía Karst, desde el 2013 es estudiante en Ciencias Agropecuarias de la UNER y presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad; considera que “durante muchos años la educación de las mujeres ha sido relegada a cuestiones o áreas donde podían desempeñarse ´bien´ debido su condición de mujer, pero les fueron denegados otros espacios, porque no pensaban igual que los hombres o porque ´le ponen demasiada emoción a las cosas”.
Sostiene además que “la universidad pública le otorgó a la mujer plena conciencia de ver donde estaban paradas y hacia dónde podían llegar en función de sus capacidades”.
En su reflexión final, respecto de los cambios que se han producido en este último tiempo, expresa: “Las revoluciones sociales, en general, tienen una etapa de mucha inestabilidad y de mucha incertidumbre, generada por una psicosis de aquellos que son más conservadores o que tienen miedo a los cambios. Luego nos damos cuenta de que en realidad las cosas no eran tan terribles. No todo se va a desmadrar como piensan o creen algunos. Las cosas retoman su cauce natural hacia la evolución como sociedad”.



Rocío Arce es estudiante y transita la universidad pública desde el año 2014, cuando ingresó a la Facultad de Ciencias Económicas para estudiar la Licenciatura en Economía.
Lamenta que en muchos casos “aquellas mujeres que pudieron acceder a ciertos ámbitos académicos o laborales y los aportes que hicieron han sido invisibilizados a lo largo de la historia, quedando en un segundo plano”.
Pero advierte que “gracias a la lucha de las mujeres y del feminismo, el acceso, la permanencia y el reconocimiento en el ámbito académico y universitario es posible. Pero, sin embargo, hoy en día se nos dificulta como mujeres transitar y ocupar ciertos espacios”.
Para Rocío la desigualdad de género, económica y laboral es transversal a todos los espacios, lugares y clases sociales. Esto dificulta tanto el acceso y como la permanencia al mercado laboral. “La desigualdad de género es una realidad que existe y que se puede medir y cómo se puede medir, no me parece un dato menor, destacar que la brecha salarial entre hombres y mujeres en los últimos años se ubica en torno a un 30% en nuestro país y que a su vez esta brecha se ha ido acrecentando a lo largo de los años”, manifiesta.
Esto se ve reflejado en “la dificultad del acceso académico, en lo que llamamos ‘techo de cristal’, que es la dificultad de las mujeres para acceder a ciertos puestos de trabajo de mayor jerarquía; en lo que respecta a la división sexual del trabajo. Es fundamental abordar estas desigualdades, y que se pueda visibilizar, para entender su complejidad”.

Valentina Avetta, desde el 2017 es estudiante en la Facultad de Ingeniería, oriunda de San Nicolás de los Arroyos, recuerda que lo que más le sorprendió de la comunidad universitaria fue “la calidez humana”.
Mujer de la ciencia, que ha trabajado en proyectos, laboratorios, experimentos y con investigadores expresa: “Desde mi experiencia, veo que aún no hay una completa igualdad de género en la participación académica”.
“En Argentina, y creo que tambíen en la mayoría de los países, sólo aproximadamente el 10% de las autoridades de organismos de ciencia son mujeres. Estoy convencida de que ésto no se debe a nuestras capacidades, soy partidaria de que tanto la mujer como el hombre tienen las mismas capacidades, y de que la diversidad en la participación de ambos géneros en cualquier ámbito, más que nada en el de la ciencia, es indispensable para generar un mundo más justo, en el amplio sentido de la palabra”, agrega.
Respecto al rol de la mujer científica en la universidad, Valentina sostiene que “es bastante activo”. “He tenido varias profesoras mujeres, en los laboratorios”, comenta. “Hay varias mujeres que se dedican a la investigación. De todas formas, reconozco que hay más hombres que mujeres. Y me gustaría que esto algún día cambie”, finaliza.



Pamela Velich es Secretaria de Extensión de la Facultad de Ciencias de la Administración, y asevera que "el protagonismo de la mujer en la universidad implica considerar la generación de espacios que promuevan el liderazgo femenino, aseguren la igualdad de oportunidades y permitan la construcción de instituciones educativas con valores y acciones que contribuyan a erradicar las desigualdades de género como así también otras". Consultada por los desafíos en la temática, Velich desea que "podamos construir una universidad igualitaria y participativa, que aporte sustancialmente a una trasformación social en pos de la libertad, la integración y la participación".

Mariana Saint Paul, graduada y docente de la Facultad de Ciencias de la Educación, desde su ingreso hace 19 años transita la universidad pública. Considera que hay muchas deudas y luchas aún por conquistar y reflexiona: “Las universitarias ocupamos un lugar de privilegio y debemos saber cómo conjurar ese espacio que habitamos por acceder a la universidad pública. Porque más allá de que el ingreso sea irrestricto, sabemos que las condiciones a los estudios universitarios no son irrestrictas: y que los condicionantes sociales y culturales son barreras”.
Para que las luchas de la época no queden como deuda pendiente “debemos estar atentas y comprometidas”, dice Mariana. “Debe formar parte de una agenda política permanente”, agrega.
“La universidad es patriarcal”, asegura la docente. Parte del problema tiene que ver con las estructuras y con el androcentrismo que impera. “Porque no alcanza con tematizar cuestiones vinculadas a los feminismos, a los géneros -explica-. Por el contrario, esto tiene que ver con disputar los espacios. No reducir al agregado de temáticas. Hay que cuestionar esos trayectos que nos han marcado desde una perspectiva androcéntrica”.


El género o las elecciones no deberían ser condicionantes para trabajar, estudiar o ser aquello que se desea ser o hacer. Reconocer que las personas son diferentes e infinitamente diversas pero con los mismos derechos es parte de una práctica constante.

Los cambios duelen, generan rupturas. Aprender a respetar las circunstancias en que las personas nacen, crecen, trabajan, viven y envejecen es una tarea que se hace en sociedad.
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