Las prácticas pedagógicas disruptivas apuntan a repensar la relación docente- estudiante, el espacio del aula y las formas de construir conocimiento. Candela San Román reflexiona sobre su experiencia y explica por qué las herramientas virtuales no deben ser sobreestimadas.
Los modos de enseñar y aprender han sido repensados por mucho tiempo, pero en las últimas décadas algunas cuestiones han profundizado el debate. Entre ellas, los cambios en el acceso a la información, en los consumos y los modos de lectura, que producen nuevas formas de aprender e interpelan constantemente tanto a los educadores como a las instituciones. Candela San Román es egresada y docente de la Facultad de Ciencias de la Educación -FCEDU- UNER, y se especializó en Tecnología Educativa y en Educación y TIC. Desde su experiencia, invita a retomar las preguntas de la pedagogía y contextualizarlas.
“Prácticas pedagógicas disruptivas en educación superior” fue una jornada que se dio en el marco del ciclo Pensar la Universidad Pública en el horizonte digital, en FCEDU. “Al menos desde nuestro enfoque, no decimos que una práctica pedagógica disruptiva sea tal o cual cosa, sino que tratamos de mirar aquellas que favorecen experiencias diferentes a las que se venían desarrollando. En ese sentido, disrumpen: impulsan un corte, un quiebre, producen algo diferente a lo que se venía dando. Dependen siempre del contexto, de los sujetos, de cómo ellos se vinculan con el conocimiento, y de la propuesta; por eso siempre son singulares”, explica San Román, quien coordinó y participó de la actividad en una Mesa junto a Walter Campi -UNQ- y Mónica Melo -UBA-.
Nuevas herramientas, viejas costumbres
Como todo medio tecnológico, las plataformas virtuales en educación implican potencialidades y desafíos. Lo más destacable, principalmente en el ámbito universitario, ha sido la democratización del acceso a propuestas de formación, opina San Román. No obstante, el uso de estos recursos no siempre va de la mano con la innovación, o responde a demandas concretas y particulares. “Hay que cuidar la calidad de las propuestas porque las tecnologías digitales han reavivado algunas prácticas tradicionales o de la didáctica clásica, pero en plataformas”, explica.
Disponer de una herramienta no presupone mejores condiciones, en tanto se ignoren sus modos de apropiación. “La Universidad no debe perder el eje en torno a la calidad de las propuestas, y el foco no debe estar puesto en las tecnologías. Hay que retomar la pregunta pedagógica, por la enseñanza y el aprendizaje y no por qué recursos utilizar para hacer una mejor clase”, añade, al tiempo que puntualiza en otro desafío para el docente: la ausencia del encuentro físico.
Una experiencia de escritura colaborativa
Como parte de la jornada organizada en FCEDU, la docente compartió lo trabajado en dicha unidad académica durante 2017 entre el Espacio de Relaciones Interinstitucionales -junto a Florencia Gareis y coordinadas por Milagros Rafaghelli-, por un lado, y un curso de pedagogía de la Universidad de Quilmes, con Walter Campi como docente responsable. Tuvo que ver con una interacción entre estudiantes de ambos espacios, mediada y caracterizada por la tecnología y la distancia geográfica.
Sobre la línea de trabajo, San Román comenta: “Había una pregunta que era ´¿hacia dónde va la escuela?´, y debía ser respondida entre los estudiantes de las dos facultades, mediante la escritura de un artículo, a modo de ensayo. Conformamos los grupos de trabajo, sin el encuentro cara a cara así que ellos debían darse un modo de organización a través de distintas plataformas y medios digitales para poder organizar la tarea, los tiempos, y elegir con qué herramientas iban a trabajar”.
“Los estudiantes de la UNER estaban muy curiosos por la Universidad de Quilmes, cómo se organiza, cuáles son las propuestas que se ofrecen allá. Conocieron otra realidad institucional, un poco de los trayectos formativos de los estudiantes de Quilmes que son muy variados, múltiples aprendizajes. La consigna de escribir colaborativamente fue nada más que la excusa para que, en la interacción con el otro, ellos pudieran ver qué sucedía, qué aprendieron, qué se llevan de esta experiencia”, reflexiona.
Balance sobre la jornada
La impronta de lo disruptivo estuvo también presente en la actividad desarrollada en FCEDU. En ella se involucraron docentes de otras unidades académicas de la UNER, como Ciencias Económicas, Trabajo Social y Ciencias Agropecuarias. Particularmente, hubo un Laboratorio de prácticas pedagógicas, cuya propuesta detalla San Román:
“Esta parte de taller y de laboratorio fue muy bien recibida por los docentes de otras facultades, se animaron a socializar los que les está pasando en las prácticas de enseñanza, sus preguntas, y se mostraron interesados en continuar con experiencias de este tipo para pensar colectivamente la enseñanza en el nivel superior”, concluyó.