El reconocimiento del derecho de todos al acceso a una ciudadanía plena es un logro de nuestro tiempo hist?rico.
La Declaración Universal de Derechos Humanos fue adoptada por la tercera Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948 en París. En esa fecha se recuerda además el Día del Trabajador Social en Argentina, instituido en el año 2012 por la Federación Argentina de Asociaciones Profesionales de Servicios Social –FAAPSS-. Al respecto, la Facultad de Trabajo Social de la UNER, organizó una Jornada en la que se reflexionó sobre las temáticas desde la perspectiva de distintos actores y experiencias. UNERNOTICIAS, dialogó con Alicia González Titular de la cátedra Trabajo Social y configuración de problemas sociales.
-¿Cómo es entendida la intervención profesional socialmente hablando?
Si la Intervención Profesional en Trabajo Social es entendida como un proceso teórico-práctico, de carácter socio-histórico, cuyo horizonte de sentido es la transformación de las condiciones obstaculizadoras, de las capacidades de producción y reproducción de la vida cotidiana de los sujetos, hemos de desgranar estas cuestiones, a fin de problematizar para comprender. En términos de proceso, todo aquello que se considere como tal, es una construcción espiralada, que implica una relación dialéctica de movimiento entre lo que se piensa y lo que se hace. No hay teoría sin práctica ni práctica sin teoría.
-¿Y con relación al carácter socio-histórico de la Intervención?
Respecto al carácter socio-histórico de nuestra Intervención, no es una cuestión menor. Puesto que corremos el riesgo del reduccionismo atribuyendo, sólo este carácter, a una suerte de linealidad histórica que, o queda anclada en alguna tipología de modelos de Estados en la Argentina, fundamentalmente, o se diluye en una cierta caracterización evolutiva de los fenómenos históricos de tal forma que, para cierta época, hay una cierta modalidad de intervención. Todo lo cual implicaría el peligro de no sostener la mirada historiográfica que se pretende, y que, enriqueciendo palabras de Argumedo, incluye pensarnos como sujetos sociales identificados en un “nosotros social” sostenido en valores y componentes socio-culturales arraigados en una historia de relaciones antagónicas o de cooperación. Hablamos de una Intervención Profesional situada socio históricamente en un aquí y ahora, configurado por la significación del mundo de la cotidianeidad, pero incorporando una sólida argumentación teórico-práctica que la fundamenta científicamente y la sitúa en el espacio-tiempo de la vida de los sujetos con los que intervenimos. Todo ello, implicado en el contexto histórico, político, social, económico y cultural que a todos nos involucra. Las condiciones objetivas, subjetivas, materiales y simbólicas propias del contexto no determinan aunque condicionan, fuertemente el desarrollo de nuestro oficio profesional. (continúa)
-Hacía mención a la autonomía intelectual…
Sí, al respecto es interesante el planteo de algunos autores cuando refieren a la autonomía intelectual que debemos recuperar como fuente de legitimidad en Trabajo Social. “Una autonomía intelectual con fuerte arraigo en la teoría social que incremente nuestra libertad para afrontar la contradicción entre la conciencia de la libertad y los impedimentos objetivos –no eternos- para su realización, que nos permita comprender el conjunto de necesidades generadas en el proceso de organización de la vida social en sus distintas dimensiones, que reconoce a la profesión como un complejo epistemológico, teórico, operativo, ético y político”. Y desde allí se analiza que esto nos abre las puertas a poder “hablar de” -respecto de políticas públicas y derechos- en lo público, considerando el doble movimiento de las profesiones que aportan “un importante” en el mercado a la vez que podemos recuperar el sentido transformador, encabezando procesos críticos que mitiguen desigualdades.
-Derechos Humanos y Trabajo Social, mucho por decir…
Precisamente es Carlos Eroles, uno de los colegas que más aportó desde los inicios de la democracia, y aún antes, en que los Derechos Humanos nos interpelaran. Ya es un clásico, de lectura obligatoria, su libro “Los Derechos Humanos. Compromiso ético del Trabajo Social”, que compila diversos aportes. Establece una serie de aproximaciones, donde confirma los lazos de índole histórica, ético-política y científica que nos unen. Interpela desde la condición y rango constitucional de los mismos en la Constitución Argentina. Sus aportes señalaron los DDHH como cuestión, lo que es notable para los años ‘80, post dictadura y los ‘90, auge del neoliberalismo, en tanto nos instrumentó a los Trabajadores Sociales, brindando el marco legal a muchas intervenciones.
Hay historiadoras, Zurbriggen y Ricci que toman, a partir de la necesidad de abordar la historia reciente, el debate sobre “la temporalidad, en cuanto a “cómo operan lo cercano/lejano, con relación al objeto de conocimiento…” haciendo referencia al tiempo vivido subjetivamente, que se entrelaza con la temporalidad de la historia. Es importante destacar estas preocupaciones, puesto que, como las autoras sostienen: “no podemos dejar de mencionar el lugar que le cabe a la memoria como proceso de construcción de identidad a los fines de no incurrir en efectos no deseados: el olvido, la omisión, un nuevo culto al pasado o la formación de nuevos estereotipos.” Si bien refieren a los problemas didácticos acerca de la enseñanza de la historia, parafraseando su escrito, diré que coincido en que, en Ciencias Sociales, se procede efectuando recortes, y que, en cuanto a la Intervención Profesional en Trabajo Social, “como metáfora podría decirse que el recorte es tomar una lupa y ponerla en una tela entramada. Veremos que este sector seleccionado se agranda y por lo tanto nos permite ver los hilos tejidos en la urdimbre. Dicho de otro modo, ver la trama de relaciones que se entretejen en esa porción de la realidad.”
-Al respecto, falta mucho sobre los derechos de todos…
Lamentablemente, podemos decir que hasta hoy aún falta un mayor esfuerzo por hacer concreta la acción afirmativa de todos los derechos. En pleno siglo XXI, nos cuesta aún no enmarañamos en una especie de inconsciencia colectiva respecto de lo cultural, que nos provoca ocuparnos de lo que más impacta, o de las problemáticas que marcan trayectorias propias, impidiéndonos el hacernos cargo de que “El Trabajo Social -según Eroles - sustenta una direccionalidad hacia la búsqueda de caminos democráticos de transformación social en un marco de justicia social y de una ética de la solidaridad, que geste una cultura de los derechos humanos”. Es en este marco político e ideológico donde podemos sustentar el proceso de mayor y constante democratización, apelando a las decisiones ejecutivas y parlamentarias, habiendo construido previamente y en conjunto, esa suerte de legalidad instituyente, que se amalgama en valores de dignidad, justicia, identidad, memoria. Estos son los constitutivos de las necesidades, reivindicaciones, intereses y demandas que expresan derechos inalienables de los sujetos. Porque lo que aparece y se configura en múltiples problemas sociales, son las manifestaciones de las desigualdades inherentes al orden capitalista. Esta es la lectura crítica que nos posiciona en “el qué y para qué” de nuestra intervención profesional.
Complejidad social y exigibilidad de los derechos humanos: Carlos Eroles*
Los derechos humanos son siempre exigibles?
En los últimos años ha ido evolucionando el concepto de derechos humanos. Lentamente se ha ido abriendo paso desde una conceptualización estrictamente jurídica a una percepción crecientemente interdisciplinaria que penetra todas las dimensiones de lo humano, tal como se manifiestan en la vida cotidiana. En efecto, nadie duda de la exigibilidad de los derechos humanos cuando ellos son violados desde quién ejerce, directa o indirectamente el poder del Estado, en relación con la defensa de la vida, la integridad psicofísica, la igualdad frente a la ley o la libertad de las personas. Sin embargo, la doctrina no es unánime cuando se trata de hacer referencia a los derechos sociales y colectivos.
Desde diversos ámbitos se fue abriendo camino el concepto de \\\"derechos programáticos\\\", para hacer referencia a todos aquellos vinculados con la persona en el medio social y familiar, en relación con temas tales como la salud, el trabajo, la seguridad social, la vivienda, la asistencia en circunstancias particularmente difíciles como la pobreza, el hambre, la migración, la discapacidad, la enfermedad o aquellas situaciones que afectan particularmente a la infancia, la adolescencia, la familia o la ancianidad. Se supone que frente a estos derechos, el Estado tiene que desarrollar en el tiempo y en la medida de sus posibilidades políticas que los efectivicen concretamente.
Nuestra preocupación está vinculada con la exigibilidad de todos los derechos humanos, en un mismo plano o dimensión jerárquica, como única manera de respetar auténticamente el principio de la universalidad: \\\"los derechos humanos son derechos de todos y cada uno de los seres humanos\\\", sin distinciones de género, edad, religión, clase social, ideología política, nacionalidad, edad o salud de las personas. En una perspectiva integral, entendemos por exigibilidad, el derecho de toda persona a demandar para sí, para su grupo familiar y para su comunidad local, el acceso a una calidad de vida adecuada al nivel de desarrollo humano y progreso económico y social alcanzado por su comunidad. Naturalmente, dentro de esta perspectiva quedan incorporados los conceptos de desarrollo humano, ciudadanía plena y estado social de derecho.
La ciudadanía como un derecho de todos ?
El reconocimiento del derecho de todos al acceso a una ciudadanía plena es un logro de nuestro tiempo histórico. \\\"El Estado democrático tiene un objetivo político específico: avanzar hacia el logro de una síntesis de libertad y justicia, a partir de la igualdad y la participación\\\". Ello se logra mediante el acceso de todos a las cuatro dimensiones de la ciudadanía: política, social, económica y cultural\\\".
El concepto de ciudadanía plena o plural es absolutamente incompatible con toda política de exclusión social. Ya no alcanza el viejo concepto del ciudadano como aquel adulto varón, propietario y blanco, que alguna vez hegemonizó la representación republicana. En un proceso de alrededor de doscientos años, la sociedad fue flexibilizando su conceptualización de ciudadanía para comprender también dentro de ella, a los trabajadores, a las distintas razas, a la mujer y más recientemente a diversos sujetos colectivos y a los propios niños. Hoy la ciudadanía tiene una connotación plural, política, económica y cultural. Está signada por la constitución de nuevos sujetos sociales: \\\"No hay posibilidad real de democracia y desarrollo si hay algunos que no tienen la oportunidad de ser protagonistas en la solución de sus problemas, de plantarse, de hacer oír su voz. El trabajo social debe, precisamente, desarrollar la capacidad de actoría social de estos sectores, promoviendo su organización, su capacidad de acción colectiva; acciones que expresen sus puntos de vista, sus intereses y objetivos, sus estrategias de negociación\\\"
Eroles, Carlos \\\"Enseñanza de los Derechos Humanos en la Universidad\\\"
Es de aplaudir la Resolución Nº 1/12 de FAAPSS (Federación Argentina de Asociaciones Profesionales de Servicio Social) que en sus considerandos, al decidir que el 10 de diciembre, Día Universal de los Derechos Humanos, será desde 2012, el Día del Trabajador Social en Argentina, sostiene que en nuestro país “implica asumir una clara posición política e ideológica en nuestra profesión, colocando la cuestión de los Derechos Humanos como eje central de nuestro proyecto ético-político como colectivo profesional”.
Contacto: Lic. Alicia González alimer255@hotmail.com
Publicado: 16-12-2015