06.04.2016

Economía, Sociedad y Ambiente

El profesional resalta su preocupación sobre la problemática del medio ambiente a nivel global, consecuencia del capitalismo, el sistema económico y social que rige en casi todo el planeta.
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Economía, Sociedad y Ambiente
Luis Laferriere
UNER NOTICIAS contactó al contador Luis Lafferriere, docente de las cátedras “Economía” y “Periodismo Económico” - Facultad de Ciencias de la Educación UNER-, debido a la reedición del curso “Economía para Todos”. El profesional resalta su preocupación sobre la problemática del medio ambiente a nivel global, consecuencia de un sistema económico y social -capitalismo- que rige hoy la vida humana en casi todo el planeta.

-Surge la necesidad en que la sociedad tome conciencia de este problema…
La extrema gravedad de la situación requiere de todos nosotros asumir activamente una conducta comprometida y acorde con el necesario cambio social, y para ello debemos comenzar comprendiendo a fondo lo que está sucediendo, y por qué pasa lo que pasa, tanto en nuestro país como en todo el mundo. Esta forma de organización de la sociedad -capitalismo- ha llevado a la humanidad al borde del desastre, por sus impactos devastadores sobre el ambiente y sobre la propia existencia de la amplia mayoría de la población mundial.

-¿Los agrotóxicos tienen injerencia directa en este modelo?
El objetivo es poner el tema de los agrotóxicos dentro de un marco más general del modelo de producción-destrucción que se ha impuesto en el campo argentino, como el modelo de la agricultura industrial artificial, que provoca múltiples consecuencias, además de la más grave de todas, que es sobre la salud humana. Y ese modelo de producción-destrucción, llamado también del agronegocio, está dentro de un marco más general, que tiene que ver con el modelo socioeconómico predominante en casi todo el planeta, que ha conducido a la humanidad hacia una crisis civilizatoria inédita, que nos lleva hacia el abismo. La organización social que regula las relaciones humanas en el mundo y que ha generado esta crisis civilizatoria, tiene ciertas lógicas de funcionamiento que provocan situaciones muy contradictorias entre las necesidades globales y la de cada uno de los agentes económicos que interviene en ella. Esas contradicciones se manifiestan en la necesidad de lograr el mayor bienestar de todos los integrantes de una sociedad en armonía con la naturaleza y en la presión existente sobre cada decisor económico que actúa en ella para que se preocupe centralmente por maximizar sus beneficios por encima de todo. El crecimiento significa un proceso autista que nunca acaba de sacar cada vez mayor cantidad de los bienes comunes que nos ofrece la naturaleza, a una velocidad creciente, mientras se van generando desechos durante el proceso y cuando los bienes dejan de ser útiles. En consecuencia, la expansión desenfrenada de este sistema económico lleva al agotamiento de recursos que son esenciales para la vida y a la contaminación gigantesca del ambiente del que dependemos y formamos parte. Dicho en otros términos, o disminuimos en un 50 por ciento la forma en que estamos extrayendo recursos de la naturaleza y en que estamos arrojando desechos, o difícilmente podremos seguir viviendo en este planeta por mucho tiempo más.

-¿Qué factores contaminantes influyen masivamente a nivel país y en todo el planeta?
Superar varios de los límites que nos impone el planeta, entre ellos el calentamiento global, el agotamiento de los combustibles fósiles, la destrucción de la biodiversidad. Pero también nos enfrentamos al futuro colapso energético, ya que estamos agotando rápidamente las reservas disponibles de combustibles fósiles, base primaria de casi el 90% de la energía que consume la humanidad. El panorama y la información indican que en las próximas décadas nos encontraremos con una fuerte escasez y con pocas posibilidades de realizar una transición hacia otras fuentes energéticas más limpias y sostenibles, si no comenzamos de manera inmediata a trabajar fuerte en ese proceso. El grave deterioro a nivel mundial del ciclo del nitrógeno y del fósforo, la destrucción masiva de la biodiversidad y la desaparición de numerosas especies, la contaminación cada vez mayor del agua potable y la destrucción de sus fábricas naturales indican que estamos pasando límites de no retorno, que nos llevan a escenarios inimaginables de colapsos y caos, que deberían hacernos reflexionar para buscar urgentes alternativas que eviten la colisión y el abismo.

Un dato:
El modelo de organización social que predomina en el mundo no sólo provoca daños gigantescos al ambiente, sino que hoy ni siquiera garantiza condiciones de vida digna para todos. La cada vez más pronunciada concentración del ingreso y la riqueza tiene como contracara una exclusión fenomenal. Al menos cuatro mil millones de seres humanos viven en la pobreza estructural, y alrededor de dos mil millones pasan hambre todos los días. Viven miserablemente, y mueren miserablemente. Aunque la producción mundial de alimentos alcance para casi el doble de los que somos en la Tierra.

-En este análisis de la problemática desembocamos en los agronegocios…
Ciertamente. Si bien los agronegocios han generado favorables resultados económicos en la coyuntura, el impacto ha sido desigual. Los grandes ganadores han sido las corporaciones que concentran el mercado y el fisco nacional que participa de una parte de la renta generada. También se ha beneficiado a una gama de productores, en especial los grandes y medianos, que entraron en el negocio. Pero el derrame hacia los más pequeños y otros sectores de la sociedad ha sido limitado y, en especial, con efectos transitorios. No sólo por tratarse de una coyuntura difícilmente repetible en la economía mundial, sino también por el múltiple impacto que va generando la propia expansión del monocultivo transgénico. Existe una fuerte dependencia en muy pocos productos y en muy pocos compradores. Nuestro país exporta, principalmente, bienes primarios y con poco valor agregado y la mayor parte de ellos concentrado en muy pocos destinatarios. Eso nos deja en una situación de debilidad ante los países compradores, pero también hace que cualquier cambio o acontecimiento que afecte ese frágil equilibrio pueda provocar una grave crisis en toda la cadena.

Para destacar: se tiende a concentrar la producción y la propiedad de la tierra en los más poderosos, que poseen capacidad de inversión y de soportar los vaivenes de las condiciones climáticas, económicas y financieras. La necesidad de adquirir los paquetes tecnológicos y las grandes maquinarias que requiere el proceso de agricultura industrial deja fuera de juego a los pequeños productores y se produce más concentración. Los censos agropecuarios son elocuentes, muestran cómo la propiedad de la tierra está cada vez en menos cantidad de propietarios. En tanto casi el 60 por ciento de la superficie cultivable se dedica a la soja y más del 50 por ciento de esa producción está controlada sólo por el tres por ciento de los productores.

-¿Qué consecuencias tienen estos procedimientos en el agro?
La agricultura industrial basada en la monoproducción de transgénicos es altamente mecanizada y expulsora de mano de obra, además de concentrar la producción en grandes extensiones y pocas manos. Eso provoca un fuerte despoblamiento del campo, con dos consecuencias. A corto plazo, se acumula población sobrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades, sin perspectivas de futuro digno y de trabajo decente, agravando el problema de desempleo estructural y la situación de marginalidad de importantes sectores de la población. A largo plazo, ante un eventual colapso de este modo de producción-destrucción, el campo no tendrá gente para volver a producir de otra manera, perdiendo, además, los saberes productivos de la gente que emigra. También conduce a comportamientos rentísticos de propietarios que arriendan sus campos, liquidan sus instrumentos de trabajo y viven de renta en las ciudades, mientras se mantenga la elevada rentabilidad. ¿Y después? El alquiler de los campos eleva las probabilidades de erosión de suelos, pérdida de las propiedades físicas y químicas de los mismos, y desequilibrios en la vida del suelo. Por lo que luego ya no vale lo mismo. Se trata de los impactos más preocupantes en términos de la calidad de vida presente y futura y ponen de relieve la total falta de sustentabilidad del modelo.

-Según su mirada, los economistas hacen un enfoque “parcial” de acuerdo a intereses económicos…
Los análisis de las supuestas ventajas de la agricultura industrial basada en transgénicos y uso masivo de agrotóxicos son muy comunes entre los economistas convencionales. En los registros contables, los aspectos negativos mencionados no se incluyen en el balance como costos. En las cuentas nacionales y en los cálculos del valor agregado por sectores, no se deducen tampoco los impactos destructivos sobre el ambiente y la vida humana. Se trata de una manera de mirar la realidad que sólo permite visualizar los aspectos positivos del sistema. Si se contemplaran los costos reales de este modelo, como el balance energético, la pérdida de nutrientes y de biodiversidad, el agua que se va, la contaminación de acuíferos, la destrucción de obras viales, las catástrofes cada vez más habituales ante eventos climáticos y, fundamentalmente, la afectación de la salud humana. El saldo de la actividad sería fuertemente negativo.

-Si existieran posibilidades de ir revirtiendo la situación, ¿qué medidas urgentes instrumentaría?
Establecer políticas públicas integrales que apoyen la transición hacia la soberanía alimentaria, basada en la agroecología y la producción de cercanía. Debería darse un drástico cambio de las estrategias y políticas, que tiendan, por un lado, a acotar y encarecer rápidamente las actividades destructivas; y por otro, a facilitar e impulsar el desarrollo de la producción agroecológica destinada centralmente a abastecer los mercados locales y regionales. Todavía estamos a tiempo, pero no tenemos mucho margen para actuar. Las demoras en tomar las necesarias decisiones de cambio harán más difícil la situación en el futuro. No es fácil cambiar nuestra forma de vida. Pero no tenemos alternativas, ya que hacer más de lo mismo nos conducirá al suicidio colectivo. Todos estamos involucrados y debemos comprometernos. De lo que hagamos hoy dependerá lo que vayamos a vivir mañana.

Luis Lafferriere es miembro de la Junta Abya Yala por los Pueblos Libres. Miembro del Frente de Lucha por la Soberanía Alimentaria Argentina.

Contacto: luis.lafferriere@gmail.com

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