Julio Vega
II. Permanencia de Adán
No es en mi materia
en la que obra el tiempo.
La materia de mi piel y de mis huesos
sólo, es un eco transitorio,
un punto en una larga línea
que va, desde un allá distante
hasta un mañana que él, en su vibración, no alcanza.
Antes de mí hay otros puntos
y su extensión,
abarca Hessen, Lisboa, espuma, sol y barcos,
aquellos, cuyos nombres desconozco, pero
yacen en el fondo de mis ojos
cubiertos por la tundra o por las algas.
Quien me siga,
recordará un mar de lino y el ciervo aquél
que sorprendí, bajo los pinos, en la infancia y
a través de sus ojos, mirarán
-aún sin saberlo-
aquellos otros,
que ataron estrellas a la nieve.
El verá otros planetas,
será distinto el color de su cabello y el iris de sus ojos
recorrerá la vía láctea, será su risa un abrazo
que nos junte,
se abrirán los ríos a su paso,
pero ha de guardar en sí,
en las maletas de su sangre
una raedera de obsidiana,
un antiguo bisturí,
el verso de un poema que encienda el sol
y la genoa desplegada de un velero,
conjugando el tiempo.