Alejo Carbonell
El río que conozco
En esta parte el río
tiene como cincuenta cuadras de ancho
si te parás acá no parece
pero son cincuenta cuadras de ancho
cien
para los que cruzan en canoa
a robar sandías uruguayas
quinientas para cocoliche
que remó agachado de oeste a este
a oeste a este
en la correntada de la noche
salvando compañeros.
Conocí a alguien
que pasó navidad
abrazado a una boya
justo en la línea de guiones
que en un mapa señala la frontera
la ciudad tomando sidras económicas en los patios
el bote hundido
la boya en movimiento
pino oxidado a merced de la agitación ajena.
Totó salía en canoa
en tardes frías
cuando los veleros
quedaban amarrados bajo las lonas azules.
Una damajuana de vino
apretada con los pies
y en el otro tablón que hace de asiento
el bandoneón envuelto
en una bolsa de consorcio.
Una vez llegado
el vino fluía
el tango fluía
todo circulaba oscuramente
amplificado con el poder del río
como un bebé.
La apología
la nostalgia por un paisaje
a punto de abandonarnos
la pretensión de olvidar
los ideales del bronceador
y la cerveza helada:
puede ser.
Es el río que conozco
que con furia lenta arrastra
los títeres de villafañe
las notas de adiós nonino
y todo otro sueño
que lo desvele.