Ana Teresa Fabani
Piso la noche y parto. No es olvido
I
Piso la noche y parto. No es olvido
este silencio que en la sien, partido,
queda detrás de mí, ni es alborada
que apenas toca el borde de la almohada.
No es tampoco la estrella que ha caído
ni es el pájaro alegre que, dormido,
deja en el aire un ángulo vacío.
Este silencio que quedó, tan mío,
es mi paso y mi voz. Y una serena
garza del río cruza leve, apenas,
la noche en donde parto y mi mirada.
Piso la noche y parto. Pero alada.
Y esto quizá ni es sueño ni sea nada.
II
Piso la tierra y parto. Me parece
que todo este camino fue antes tumba
y al pisarlo mi pie se desvanece.
Si en el aire me quedo se derrumba
desde el aire mi cuerpo, y es que acaso
haya una voz llamado al oír mi paso.
Acaso haya una mano, que, olvidada,
ha tirado del aire, y yo enredada
con el aire, en el aire me he caído.
Vuelvo a pisar la tierra. Ya ha nacido
una luz que me piensa, y se ha apagado
casi al nacer. Es eso inanimado
que, atrás de la razón, me desconcierta.
Piso la tierra. Ya la huella abierta
me persigue y me cansa, y sin embargo
debo seguir el pie que se hizo largo.