Entre las cosas de la tierra
a Marcelino Román
y Carlos Alberto Álvarez
A veces, el recuerdo
A veces, una hoja cae como un recuerdo, y yo me siento otoño.
No hay ningún árbol iluminado por las canciones de los pájaros,
y en las nieblas lejanas, en el confín de los días,
una a una se pierden las delicadas amantes que me enseñaron los nombres del corazón.
A veces, el recuerdo cae como una hoja, y yo me siento otoño.
Y conozco de pronto el secreto de todo lo que muere.
Miro el río interior que corre helado hacia la noche,
y las flotantes cosas que una vez en la vida fueron carne.
Me siento convocado por la nieve, habito en un país de soledad
donde el Tiempo silba en el alma como un viento impiadoso.
La última fogata de San Juan titila pobremente en la memoria,
y el último muñeco es como una paloma muerta caída en el camino.
No queda nada a qué decirle adiós, y uno es tan sólo despedida.
Juegos otoñales
SI de pronto mirara caer la primera hoja
y la viera arrastrarse y perderse en el viento,
yo solamente entonces sería la memoria
de ese primer instante del otoño.
Aquí hubo madreselva, dondediegos, santa-ritas,
y los nevados redondeles de la Dama-de-Noche.
Aquí hubo una vez grillos, y otra vez bichitos de luz,
gatos de oro como lámparas,
y volando por encima de las nubes, esos pájaros que nunca bajan a la tierra.
Yo he sentido esos vuelos con los ojos, porque los ojos subían trepándose a la noche,
se colgaban de las estrellas,
jugando a veces a sorprender dormido al Infinito.
(Entonces fue cuando cayó la hoja, y corrió por las calles, buscando la matriz de la savia,
el paradero de los pájaros emigrantes…)
Ahora sé que ese primer instante del otoño
tuve conocimiento de la muerte.
Ese día, también, yo me morí de un pedazo.