La emergencia sanitaria modificó en términos generales la vida social de las ciudades y proporcionó una realidad para la cual, en muchos aspectos, no se estaba preparado.
En este sentido, las instituciones del sistema educativo argentino, frente a la imposibilidad de la presencialidad en las aulas, acudió a la opción de poder pensar o crear espacios de aprendizaje en línea o de forma virtual que garanticen el derecho universal a la educación.
“La pandemia vino a poner en jaque el carácter presencial del sistema educativo. Los medios de comunicación, como la radio o la TV, han sido un apoyo fundamental para la virtualidad requerida en este contexto”, manifiesta
Gabriela Andretich, vicerrectora de la UNER, docente de la Facultad de Ciencias de la Educación e investigadora.
Ante esta situación,
“no todos tienen con qué afrontar esta propuesta educativa. Es decir, sus condiciones económicas no le permiten disponer de un ordenador o PC, tablet, conexión a internet o señal móvil con recepción de datos”, expresa la vicerrectora. Entran en juego variables como el contexto familiar, cultural, económico, emocional, entre otros; que inciden tanto en los procesos de enseñanza como de aprendizaje.
“Esto pone en jaque la posibilidad de brindar una buena propuesta educativa y en alerta a los gobiernos educativos, tanto nacionales como provinciales, sobre las condiciones y posibilidades reales que existen de brindar una escolaridad que no sea presencial”, agrega.
Según la investigadora, esta no presencialidad tuvo un buen inicio más allá de los problemas que surgieron en los diferentes niveles educativos. Pero la dificultad se encuentra a la hora de evaluar.
“Es el mismo sistema que comienza a reclamar cómo se evalúa. Esto pone al descubierto la manera en cómo evaluamos a nuestro estudiantes. Coloca sobre la mesa componentes del sistema educativo y de las propuestas pedagógicas que habrá que modificar”, observa Andretich.
¿Que implicaría repensar la evaluación?
“Sobre esto hay mucho escrito y distintas propuestas, pero la escuela no ha podido avanzar en este sentido porque se enfrenta con la contención de los estudiantes. En estos momentos, la evaluación es un nudo crítico”, advierte.
“Cómo hacerlo; qué es lo que aporta a la evaluación: la nota, calificar, tomar un examen individual; que sea presencial o escrito, ¿es realmente una condición sine qua non para el aprendizaje? ¿qué es lo válido para evaluar a nuestros estudiantes?”, se pregunta. La realidad “choca con una evaluación estricta, rígida e igual para todos. Si bien se ha avanzado en algunos aspectos, no se ha modificando de manera sustancial”, agrega.
Pero la evaluación no es la única problemática que el sistema de educación enfrenta.
“Debemos pensar en el recorrido que un estudiante hace por dentro y por fuera del sistema escolar. No solo educa la escuela. Sabemos que existen otros medios circulantes que aportan a la educación y al sujeto, aquí hablamos de trayectorias educativas”, dice Andretich.
Respecto del concepto de trayectoria de manera más abarcativa:
“En los años 70, esta noción es introducida por Bourdieu: como una serie de posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente, en un espacio en sí mismo, en movimiento y sometido a incesantes transformaciones”, define la docente.
Para la investigadora, las trayectorias son un elemento importante que orienta las disposiciones de las personas para la acción. No se puede estudiar a un sujeto o un período aislado, debe contemplarse un contexto, un recorrido, un trayecto.
“Una de las principales referentes que problematiza este concepto es Flavia Terigi -académica argentina-. Ella trabaja con cuatro características o supuestos pedagógicos que marcan al sistema educativo actual: la descontextualización de los saberes: es decir, la distancia entre lo que se estudia y lo que se vive; el cronosistema: o sea, un sistema educativo que está pautado por años inamovibles, todos hacen un sistema de grados por años; la simultaneidad: es decir, todos estudian lo mismo, en el mismo tiempo; y la presencialidad de la que ya hemos hablado y que hoy está en jaque”, describe.
“En términos de Terigi, el supuesto de la escolaridad moderna es proponer una secuencia única de aprendizaje, para todos los miembros de un grupo escolar, y sostenerla en el tiempo, de modo tal que al final de un proceso más o menos prolongado de enseñanza el grupo de estudiantes aprenda las mismas cosas”, detalla.
Los docentes y la virtualidadEn estos tiempos de pandemia surgen un sinfín de interrogantes más que respuestas. El inicio de nuevos desafíos y posibilidades significa también renunciar a todo aquello que se hacía por inercia.
Este contexto deja al descubierto la formación docente, el nivel de capacitación en educación a distancia y cómo se trabaja desde la virtualidad.
“Si bien se debe aclarar que, a nivel nacional, desde hace años se realizan capacitaciones sobre el uso de las TIC, hay que decir que no son obligatorias, ni aplicables inmediatamente”, dice Andretich.
Enseñar en un entorno virtual tiene características propias y conlleva a prácticas de la docencia diferentes, que no todos están en condiciones de sostener.
“Los programas de formación apuntaban a cubrir aulas de computación en las escuelas, y después a entregar las netbooks a los alumnos, acompañado con algo de capacitación. Pero como era algo opcional en la formación del proceso de enseñanza pedagógica; no era la forma de enseñar si no un complemento de enseñar”, asegura.
¿Cómo asegurar y/o garantizar que los docentes cuenten con las habilidades necesarias para pensar una pedagogía en línea?
“En nuestra universidad, hace más de 10 años que el campus virtual se encuentra activo. En este sentido, hay capacitaciones de manera constante y gratuitas para los docentes y equipos de cátedra. Si bien hay un gran número de personas que han sido capacitadas, salta a la luz aquellos que no aprovecharon en su momento esta formación. No tiene que ver con lo generacional, hay muchos docentes jóvenes que no se interesaron por la enseñanza virtual”, refiere Andretich.
“Como docente incluí en mis áreas o cátedras todo lo vinculado a las tecnologías, sin dar clases virtualmente. Ahora, solo tengo que hacer una adaptación. Lleva un poco más de tiempo preparar la clase o las herramientas. Pero es lo que se viene trabajando”, sostiene.
Nuevos desafíosEn este marco de rupturas, Andretich afirma:
“Efectivamente, creo que la pandemia sacudió a todo el sistema educativo. Éste se vió movilizado e incluyó a distintos actores”. La manera en que actualmente se sostiene la educación, a través de experiencias on line; clases audiovisuales o videollamadas; actividades en plataformas virtuales o en cuadernillos; entre otros, marcan que algunas discusiones están obsoletas.
“Antes se discutía si el celular debía entrar o no a la escuela. Bueno, ahora eso ya no se discute porque la tecnología entró al sistema educativo”.La educadora encuentra el lado positivo al contexto actual:
“Podría abrirse un espacio interesante para revisar de manera real las políticas educativas. Este período puede ser muy beneficioso si hay buenas evaluaciones y un buen análisis respecto de todo lo que está aconteciendo. Espero también que esto sirva, entre otras cosas, para valorar el trabajo diario de los docentes. Por último, ayudar realmente a sacudir las políticas educativas, porque hace falta un cambio donde las tecnologías, por supuesto, tengan un papel primordial”.