La licenciada en Psicopedagogía y Asesora Pedagógica, Natalia Báez realizó un aporte sobre los desafíos de enseñar en tiempo de aislamiento.
Este tiempo de “aislamiento obligatorio” nos ha puesto frente la posibilidad de repensar los procesos de enseñanza y de aprendizaje áulicos tal cual los veníamos llevando adelante hasta hoy. La necesidad de incorporar “lo virtual” y las actividades “a distancia” han hecho que el COVID 19, diera la sensación de que no sólo podría hacer colapsar el sistema de salud, sino que también tendría la capacidad de poner en jaque nuestras aulas.
El proceso de enseñanza con todas sus etapas (planificación y diseño de clases, ejecución de las mismas y el análisis, revisión y autoevaluación del trabajo realizado) toma indiscutiblemente un matiz particular; no sólo porque se pone - literalmente - “distancia” espacial y temporal entre los protagonistas del acto educativo, sino porque obliga a que el contenido a enseñar y luego a evaluar, deba ser mediatizado tratando de suplir aspectos esenciales de ese “encuentro”: ¿Con qué se reemplaza la información y una buena explicación docente en tiempo real?, ¿Cómo, aparte de comunicarnos, nos vinculamos y/o relacionamos con los estudiantes?, ¿Cómo evaluamos y sobre todo, cómo hacemos que esa evaluación sea significativa en términos de valoración del proceso de aprendizaje?
Todas cuestiones lícitas y necesarias de pensar
Este texto no tiene más intenciones que ayudar en esa reflexión. Algunas de las cuestiones planteadas podrán tomarse a modo de sugerencias, otras, desestimarse. Lo fundamental es que se piense como brindar educación de calidad en este tiempo. Tiempo en que, los docentes, estarán siendo interpelados no solo en la capacidad de enseñar, sino – y sobre todo- en la capacidad de aprender.
Respecto de la tarea de enseñar, hoy mas que nunca se deberá ser cuidadoso en las planificaciones - y en los programas - que guíen el proceso de enseñanza:
- Las estrategias (y también las actividades, los materiales y los recursos) siempre deben apuntar a que los estudiantes produzcan representaciones que los ayuden a conseguir una comprensión profunda de los temas. Debemos tener presente, que en las actuales circunstancias les estará faltando la instancia de explicación verbal del docente, aspecto que se sabe es primordial.
Se sugiere que, más allá de la bibliografía – y a fines de suplir este aspecto - se elabore material docente, con la “bajada” correspondiente (no siempre la bibliografía seleccionada lo hace por sí misma). Una especie de “narrativa” de clase.
Pedagógicamente, la trasposición didáctica (convertir un contenido de enseñanza a contenido a enseñar, y luego a contenido enseñado) es responsabilidad docente. Quizás este sea uno de los aspectos fundamentales a cuidar para sostener la calidad educativa y no hacer, de las clases fuera de las instituciones educativas, meros esfuerzos autodidácticos de parte de los estudiantes.
Otra manera de ayudar a la lectura comprensiva, puede ser la elaboración de algún texto que la guíe, en el que el docente plantee una reseña, la valoración conceptual del mismo y algunos interrogantes para guiar la comprensión.
Es bueno recordar que a nivel de alfabetización académica es tan importante la enseñanza del contenido como la enseñanza de la manera en que se accede a su estudio. En este sentido, colaborar con actividades que ayuden a los estudiantes a reflexionar respecto de su propia manera de estudiar; que colaboren con el análisis de sus operaciones y decisiones mentales con el fin de mejorar sus aprendizajes, enriquecerá los mismos. Aquí una buena devolución docente de puntos no logrados o errores cometidos en el proceso, es central.
Una comunicación clara (usando terminología precisa, poniendo énfasis en aspectos valorados por el docente) y un monitoreo constante para obtener evidencias de progreso, también lo serán.
- Se hace necesario tener sumamente presente que el tiempo que parece continuo y fluido en un programa, en la planificación se torna real, muchas veces discontinuado y hoy, con esta realidad, sumamente singularizado y supeditado a un sin fin de aspectos extra universidad.
Se sugiere, tener en cuenta este aspecto y planificar actividades en virtud de una distribución racional de los tiempos disponibles, tomando en consideración que a nivel del estudiantado, un módulo o unidad de aprendizaje puede llevar más tiempo que el estipulado en la planificación y, seguramente más tiempo del que le tomaría a cada docente o auxiliar la realización de la misma actividad. No se está planteando aquí la falta de encuadre frente a entregas y otras obligaciones acordadas con los estudiantes, pero sí, el reconocimiento y la consideración, de que los estudiantes no tienen, en muchos casos, ni las habilidades cognitivas, ni la práctica o velocidad lectora, ni los conocimientos previos que desde otros roles se tienen; y que el proceso de enseñanza y de aprendizaje “… implica organizar, direccionar y ejecutar flexiblemente lo planificado y previsto, con los destinatarios de nuestro trabajo, los alumnos, en forma individual o grupal, presencial o virtual”.( Coronado M. 2013).
- En términos de evaluación, será fundamental tener claro a nivel docente - para así explicitar a los estudiantes - los criterios con y por los que serán evaluados, traducidos claramente en evidencias de desempeño (comportamientos y ejecuciones que evidencian conocimientos considerados necesarios. Se obtienen mediante observaciones directas, análisis de productos o casos, resolución de problemas, etc.) y evidencias de conocimiento (manifiestan conceptualizaciones, comprensión y aplicación de conceptos, teorías, etc. Se obtienen mediantes diferentes métodos: pruebas escritas o cuestionarios; informes, defensa de un trabajo, etc.).
También se hará primordial pensar cómo se monitorearán los procesos de comprensión y de las tareas llevadas a cabo a fin de que la evaluación no sea, erróneamente, la valoración de productos sino la apreciación docente sobre los procesos de construcción de conocimientos que lleven adelante los estudiantes.
Seguramente se deberán pensar y repensar durante todo este tiempo las instancias, los métodos e instrumentos más pertinentes. Tomar las experiencias de quienes ya tenían incorporado la modalidad virtual dentro de sus cátedras, puede ser muy valioso; y permitirse los errores que pudieran tenerse, también.
A modo de cierre y para ayudarnos a pensar he considerado interesante la siguiente cita respecto de la evaluación: “Saber evaluar no es lo mismo que evaluar en función de lo que se sabe, de lo que se considera oportuno, adecuado y ético aplicando los medios e instrumentos correspondientes.” (Coronado M. 2013)
De esto se trata. No de nuestra capacidad de hacerlo en espacios o situaciones potenciales e ideales, no de hacerlo solo en virtud de lo que el docente sabe, sino hacerlo en virtud de lo que el docente pueda, en este escenario, enseñar. Y será, sin dudas en virtud de la capacidad docente de trasponer cada contenido en “la distancia”, en “la virtualidad” sin olvidarse de que, aun cuando el hecho de enseñar no es garantía de que un estudiante aprenda, sí es condición necesaria para que lo haga.
Natalia Báez, Licenciada en Psicopedagogía. Asesora Pedagógica de la Facultad de Bromatología - UNER.