Coronavirus - 03.04.2020

Nuestro planeta no será el mismo

Este contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio en que viven las personas actualmente, pone al descubierto cómo las sociedades se han desarrollado, y las causas y consecuencias de los patrones de consumo alimenticios o energéticos producen en nuestros ecosistemas.
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Nuestro planeta no será el mismo
Nuestro planeta no será el mismo
El avance de las urbanizaciones sobre territorios que antes eran montes, bosques o campos, tiene un impacto en la naturaleza que afecta a todos sus niveles de organización y biodiversidad.
A lo largo de la historia de nuestro planeta se han dado transformaciones causadas por diferentes fenómenos naturales: choques de meteoritos, glaciaciones o movimientos de placas tectónicas. El planeta Tierra está en constante movimiento. Pero las acciones del ser humano sobre la biodiversidad repercuten directamente en el ambiente acelerando los procesos.

“Existen dos formas de transformación: por un lado, la geológica que sucede de manera natural por efecto del paso del tiempo, de las precipitaciones o temperaturas. Tarda años en desarrollarse, es paulatina o gradual y da tiempo para la adaptación de las distintas especies silvestres y ecosistemas. Este tipo de cambio geológico sería normal. Por otro lado, la transformación antrópica que es resultado de la mano de la actividad humana. Este tipo de transformaciones producen un daño irreversible tanto en los ecosistemas o hábitat naturales como en las especies silvestres”, explica al respecto Jorge Gvozdenovich, egresado de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNER, doctor en Ingeniería, docente e investigador de la FCA y del INTA - Paraná, especialista en conservación de suelo, agua y manejo de cultivos en relación a la erosión hídrica.



La destrucción de ecosistemas naturales, la extinción de especies silvestres, el cambio climático global, entre otros, es consecuencia de la forma de vida que han desarrollo las sociedades modernas, capitalistas e industriales. La generación de monocultivos, el avance de los emprendimientos inmobiliarios, la pesca indiscriminada y el beneficio económico a cualquier precio producen grandes costos para el medio ambiente.
“El desequilibrio, que se produce por la destrucción de los hábitats naturales o ecosistemas, ocasiona que animales migren hacia otras zonas o se extingan y las especies de plantas se destruyan al romper e intervenir sobre su equilibrio natural”, manifiesta el docente.

En Entre Ríos, al igual que en otras zonas del país, el aumento de la población ha ido en aumento los últimos años. Resulta entonces, que hoy en día, la expansión de los emprendimientos inmobiliarios sumado a la venta de terrenos sin planificación o análisis de impacto ambiental “producen efectos sobre zonas que naturalmente eran montes o agrícolas, originan contaminación donde antes no lo había y la destrucción ambiental”, indica Gvozdenovich. Los desechos que se generan por estas urbanizaciones, “van a parar a los arroyos naturales, porque no hay cloacas. Aquí también se produce un desequilibrio. Modifican el pH del agua y su flora, las especies vegetales y acuáticas que se alimentan de la flora del ecosistema se ve en desequilibrio, lo que afecta directamente a los animales”, agrega.

El especialista considera que los seres humanos “estamos lamentablemente contribuyendo de manera negativa a una enorme extinción de especies de vegetales y animales silvestres que no los vamos a poder recuperar”. Los ecosistemas son un soporte de vida. Sin biodiversidad, la producción de alimentos, la generación de energía o el suministro de agua serían imposibles. Gvozdenovich, exige ser sujetos “críticos de nuestras prácticas sobre el cuidado del planeta y proteger la 'casa común' entre todos”.

El factor agua

El componente agua para el planeta Tierra es fundamental. El 70% de su superficie es agua, pero solo el 3% dulce que un 2% está congelada. Para el cuidado del ambiente y de los ecosistemas este elemento es vital. “Es un recurso natural no renovable, no podemos jugar con el agua, no podemos darnos el lujo de contaminarla”, manifiesta el investigador.

“El agua es un factor fundamental para la vida. Por ejemplo, nuestro cuerpo está constituido por aproximadamente un 60%; los alimentos que consumimos tienen o necesitan para desarrollarse agua, como el tomate que 95% es agua o la espinaca que contiene un 91%, así puedo nombrar un sinfín de alimentos vegetales”, revela Gvozdenovich.



Pero ¿qué sucede si se contamina? con hábitats y ecosistemas devastados, “tomamos agua e ingerimos alimentos contaminados” al igual que los animales y plantas. Según el experto, se necesitan 450 litros de agua para producir un huevo de gallina y explica: “la gallina come maíz, ¿cuánta agua consume el maíz? y ¿cuánto para hacer el alimento balanceado? Por ejemplo, se necesitan 7 mil litros de agua para refinar un barril de petróleo y 150 mil litros para fabricar un auto”. Entonces, en este bucle de contaminación “el agua que se devuelve al ambiente regresa en peores condiciones de las que se obtuvo”, agrega.

El factor suelo

El suelo es un elemento vivo muy importante. En él se desarrollan organismos, animales, plantas y seres humanos. “El suelo vivo, es una pequeña capa de entre 10 a 15 centímetros que cubre toda la superficie del planeta, donde encontramos los nutrientes que la planta y/o los animales utilizan para poder crecer y desarrollarse”, señala el docente. “En algunos lugares está expuesta al hielo, en otros al calor o al viento. La importancia de su conservación es completa porque sobre él se produce todo y es un organismo vivo, con infinidad de procesos biológicos que allí ocurren, tantos físicos y como químicos”.



¿Qué sucede con los suelos degradados o no conservados debidamente? El horizonte fértil desaparece, no es apto para el desarrollo de vida: un suelo sin nutrientes. “Este proceso que viene en cascada ocasiona un desequilibrio del ambiente. El suelo aporta todo para la vida humana y un suelo equilibrado, cuidado y saludable es lo mejor que nos puede pasar”, dice Gvozdenovich.
En este sentido, el investigador advierte que “un centímetro de suelo en nuestra zona tarda aproximadamente entre 400 a mil años en regenerarse o en generarse”.

Desafíos para el hoy

En este impasse que atraviesan las poblaciones víctimas de la pandemia, hay dos caminos que se pueden tomar: ser mejores de lo que somos o ser peores. Los científicos, activistas y/o ecologistas y personas comunes repiten con insistencia que se debe cambiar de manera urgente la forma en que vivimos o en que extraemos los recursos del planeta.

“Toda modificación de la biodiversidad y de los ecosistemas así sea por la deforestación, la siembra indiscriminada o el desmonte, la caza o el tráfico de animales silvestres siempre va a crear condiciones desfavorables. No es una relación uno a uno. En este sentido, intervienen muchos factores. No se puede culpar a un solo factor, sino que es la articulación de la población y crecimiento urbano, que migra a zonas rurales que contamina acuíferos en superficie; la actividad agrícola, la argentina aplica tres veces más agroquímicos o productos herbicidas que en otras partes del mucho; y el sector industrial, donde hay escasos controles”, describe Gvozdenovich.



No existe actividad humana que no genere contaminación o desequilibrios ambientales. El punto debe estar sobre el control, tratamiento y uso que se hace con los desechos que se generan.
La naturaleza regula el clima, además de otros procesos y fenómenos naturales. El investigador afirma que en la Provincia preocupa “la distribución de las precipitaciones anuales. 2008 fue extremadamente lluvioso, provocó inundaciones y al año siguiente tuvimos una de las mayores sequías que sufrió la Provincia. Esto puede evidenciar efectos del cambio climático. Enfrentamos escenarios de eventos extremos, antagónicos entre sí”.
Por último, el ingeniero espera que esta situación por la que se transita “haga pensar y frenar el consumo que estamos teniendo como sociedad. Uno de los principales factores de contaminación, es la gran masificación del consumo”. Asegura que, en estudios recientes observan que producto del aislamiento e impedimento de la circulación, “los niveles de contaminación han bajado enormemente”.

“Es fundamental replantearse como sociedad en qué situación estamos; hacia dónde ir en materia ambiental; cuál es nuestro nivel de consumo; cómo clasificamos y tratamos los residuos en nuestras ciudades; cómo generamos y utilizamos la energía, entre otras. La Universidad Pública tiene un rol fundamental frente a toda esta situación, debe tomar la palabra y ser ejemplo de vínculo con el entorno y su comunidad”, finaliza.
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